En un mundo en el que los videojuegos son ya una forma de entretenimiento consolidada, aún persisten estigmas y prejuicios sobre su uso. Muchas personas sienten que deben esconder cuánto tiempo dedican a jugar, por temor a juicios o malentendidos, especialmente dentro del entorno familiar. Recientemente, un video viral en TikTok ha reavivado el debate sobre esta percepción, al mostrar de forma cómica cómo algunos jugadores intentan evitar que se note que han pasado horas frente a una consola. Pero, ¿por qué seguimos escondiendo algo tan común y, en muchos casos, beneficioso?
El usuario @el_papa_gamer62 se volvió viral con un video en el que muestra cómo evita que su esposa descubra que ha estado jugando durante horas: coloca los auriculares sobre la frente en lugar de la cabeza, para no dejar marcas visibles. Aunque el tono del video es humorístico, su repercusión —más de 28.000 ‘me gusta’ y cientos de comentarios— evidencia que no es un caso aislado. Muchos usuarios compartieron experiencias similares, confirmando que aún existe un componente de culpa o necesidad de ocultación en torno al tiempo dedicado a jugar.
Más allá de lo anecdótico, este tipo de contenidos reflejan una realidad cultural más amplia: los videojuegos, aunque masivos, siguen siendo vistos por algunos sectores como una pérdida de tiempo o una actividad improductiva. Esto se acentúa aún más en adultos, especialmente aquellos con familia, quienes a menudo sienten la necesidad de justificar su tiempo de ocio frente a otros deberes. La reacción al video, con frases como “no es solo jugar, es salud mental”, revela el deseo de muchos de normalizar el juego como parte del bienestar personal.
Numerosos estudios han demostrado que los videojuegos no solo entretienen, sino que también ayudan a desarrollar habilidades cognitivas, fomentan la cooperación en línea y sirven como una vía de escape emocional. En tiempos de incertidumbre o estrés —como los vividos durante la pandemia— millones recurrieron al juego como una forma de conectar socialmente y relajarse. Juegos como Animal Crossing o Fortnite no fueron simplemente pasatiempos, sino espacios virtuales para compartir tiempo con amigos e incluso con desconocidos.
El hecho de que muchos aún sientan que deben ocultar su afición refleja una falta de diálogo generacional y de género. En muchas parejas, por ejemplo, se espera que el ocio sea “útil” o compartido. Si uno de los miembros no comprende el valor emocional o social de jugar, pueden surgir tensiones. Por eso es fundamental fomentar conversaciones abiertas sobre cómo cada persona gestiona su tiempo libre, y entender que el juego, como ver series o leer, es una forma legítima de descanso.
La viralidad del truco del auricular demuestra que sigue existiendo una barrera cultural en torno a la legitimación del juego. Es necesario que, como sociedad, avancemos hacia una normalización del ocio digital, no solo para adolescentes o gamers empedernidos, sino también para adultos con otras responsabilidades. Reconocer que jugar no es una forma de evasión irresponsable, sino una herramienta de expresión, conexión y descanso, es clave para romper con la culpa que muchos jugadores aún sienten.
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Parte del problema radica en la falta de alfabetización digital de muchas personas ajenas al mundo gamer. Desconocer el tipo de experiencias que ofrece un videojuego lleva a subestimarlo o rechazarlo. Programas educativos, campañas de sensibilización y más contenido en medios generalistas que expliquen el valor cultural y emocional de los videojuegos pueden ayudar a cambiar esta percepción. Lo que para algunos es un “juego tonto”, para otros es una forma de terapia personal, de arte interactivo o de vínculo con seres queridos.
El truco viral para ocultar el tiempo de juego puede parecer una simple anécdota graciosa, pero también refleja una realidad social más compleja. Para que nadie tenga que esconder su afición, debemos fomentar una cultura en la que todas las formas de ocio sean respetadas, entendidas y valoradas. Jugar no es solo presionar botones: es participar de una historia, colaborar con otros, desconectar del estrés diario y, en muchos casos, cuidar la salud mental. Es hora de que esa magia también se normalice en todos los hogares.
Fuentes:
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