
A orillas del lago Bokodi, a poco más de una hora al oeste de Budapest, se alza uno de los lugares más singulares y encantadores de Europa central: Bokod, el conocido “pueblo flotante” de Hungría. Este diminuto asentamiento ha capturado la imaginación de viajeros, fotógrafos y curiosos gracias a su peculiar configuración: docenas de cabañas de madera construidas sobre pilotes, conectadas por pasarelas que serpentean sobre un lago que, contra todo pronóstico, nunca se congela.
Una fusión entre naturaleza y tecnología
El origen del lago Bokodi no es natural, sino resultado de la intervención humana. Fue creado en los años 60 para servir como sistema de refrigeración de la cercana central térmica de Oroszlány. Esta instalación descarga agua caliente en el lago, lo que impide que sus aguas se congelen incluso durante los inviernos más duros. Este fenómeno no solo es curioso, sino que ha permitido el desarrollo de una actividad pesquera constante durante todo el año, lo cual ha marcado profundamente la vida del pueblo.
Las cabañas: arquitectura popular sobre el agua
Lo más llamativo de Bokod son, sin duda, sus cabañas flotantes. Estas pequeñas casas fueron construidas originalmente por pescadores como refugios para guardar herramientas y descansar entre jornadas. Con el tiempo, muchas fueron adaptadas para pasar fines de semana o vacaciones, convirtiéndose en espacios semi-residenciales de descanso. Su colorido, disposición y el contraste con el azul verdoso del lago han dado lugar a postales que hoy circulan por todo el mundo.

Turismo emergente en equilibrio
A pesar de su belleza y carácter fotogénico, Bokod ha logrado evitar el turismo masivo. Esto se debe, en parte, a que muchas de las pasarelas y cabañas son de propiedad privada y no están abiertas al público. Sin embargo, esto ha sido una bendición en términos de preservación del entorno y ha mantenido la autenticidad del lugar. Las autoridades y la comunidad local han optado por fomentar un turismo lento y consciente, enfocado en la observación del paisaje, la pesca recreativa, el avistamiento de aves y la fotografía de naturaleza.
Una lección de sostenibilidad
El pueblo flotante de Bokod se ha convertido en un símbolo de coexistencia respetuosa entre lo urbano, lo natural y lo industrial. Lejos de ser un ejemplo de contaminación o deterioro ambiental, la interacción entre el lago y la central eléctrica ha creado un ecosistema nuevo, en el que aves migratorias, peces y especies vegetales se han adaptado. El lugar demuestra que es posible encontrar formas de convivencia sostenible si existe voluntad y gestión adecuada del territorio.
Actividades para el visitante
Quienes se acercan a Bokod pueden disfrutar de una jornada tranquila, ideal para desconectarse del ritmo urbano. Las actividades más recomendadas incluyen:
- Paseos fotográficos: las luces del amanecer y el atardecer tiñen el lago de colores cálidos, creando paisajes únicos.
- Observación de fauna: patos, garzas y otras aves encuentran aquí refugio durante todo el año.
- Pesca deportiva: con los permisos adecuados, es posible pescar en determinadas áreas del lago.
- Exploración cultural: conocer la historia de la central térmica, las tradiciones pesqueras y la arquitectura rural húngara.
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Cómo llegar y recomendaciones
Desde Budapest, se puede llegar a Bokod en automóvil tomando la autopista M1 hasta Tatabánya y luego desviarse hacia Oroszlány. Desde allí, un camino local conduce hasta las orillas del lago. Para quienes no dispongan de vehículo, es posible combinar tren y autobús, aunque se recomienda planificar con antelación, ya que la frecuencia puede ser limitada.
Es importante tener en cuenta que muchas estructuras son privadas, por lo que se debe respetar los accesos restringidos. Asimismo, los visitantes deben evitar dejar residuos, alterar el ecosistema o interferir con las actividades de pesca.
Conclusión
Bokod no es solo un destino curioso o una postal viral: es un ejemplo de cómo la vida comunitaria, la naturaleza y la tecnología pueden coexistir en armonía. Su atmósfera silenciosa, su estética única y su mensaje implícito de sostenibilidad lo convierten en un lugar donde el visitante no solo observa, sino que reflexiona sobre nuestra relación con el entorno. En un mundo donde el turismo a menudo genera impactos negativos, Bokod enseña que es posible hacer las cosas de otra manera.
Fuentes: