
Enclavada en el corazón del Himalaya, a una altitud de 3.656 metros, Lhasa es una ciudad mística que ha capturado la imaginación de viajeros y peregrinos durante siglos. Conocida como “La Ciudad de los Dioses”, Lhasa es el centro espiritual, cultural y político del Tíbet. Sus antiguos monasterios, vibrantes mercados y la omnipresente influencia del budismo tibetano hacen de esta ciudad un destino único en el mundo.
Historia de Lhasa
La historia de Lhasa se remonta a más de 1.300 años. Durante el siglo VII, el rey Songtsen Gampo estableció Lhasa como la capital del Tíbet y ordenó la construcción del Templo de Jokhang, un símbolo de la llegada del budismo al Tíbet. A lo largo de los siglos, Lhasa ha sido testigo de innumerables transformaciones políticas y religiosas, pero siempre ha mantenido su posición como el epicentro espiritual del budismo tibetano.
En el siglo XVII, el Quinto Dalái Lama mandó construir el Palacio de Potala, que se convertiría en la residencia oficial de los daláis lamas y en un ícono de la arquitectura tibetana.

El Palacio de Potala: Símbolo de Lhasa
El Palacio de Potala es, sin duda, la atracción más emblemática de Lhasa. Con sus 13 pisos y más de 1.000 habitaciones, este impresionante edificio domina la ciudad desde una colina. El Potala fue construido como un palacio fortificado y sirvió como residencia de invierno de los daláis lamas durante siglos.
El palacio se divide en dos secciones principales:
- El Palacio Blanco: Sirvió como área administrativa y residencia del Dalái Lama.
- El Palacio Rojo: Es el corazón espiritual del complejo, donde se encuentran capillas, reliquias y estatuas de Buda.
Una visita al Potala es una experiencia impresionante, donde los visitantes pueden maravillarse con su arquitectura, explorar sus intrincados pasillos y contemplar las vistas panorámicas de la ciudad desde lo alto.
El Templo de Jokhang: La Joya Espiritual del Budismo Tibetano
Otro punto clave en Lhasa es el Templo de Jokhang, el santuario más sagrado del Tíbet. Fundado en el siglo VII, Jokhang alberga una estatua de Jowo Shakyamuni, considerada la representación más venerada de Buda en el Tíbet.
El templo es un importante lugar de peregrinación para los budistas tibetanos, quienes recorren grandes distancias para realizar la práctica de las postraciones a lo largo del camino hacia Jokhang. El templo también es el epicentro del festival Monlam, una celebración del Año Nuevo tibetano.
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El Barrio de Barkhor: Cultura y Tradición
Rodeando el Templo de Jokhang se encuentra el Barrio de Barkhor, un animado mercado y circuito de peregrinación. Los peregrinos caminan en sentido horario alrededor del templo, recitando mantras y girando ruedas de oración. Este circuito, conocido como kora, es una parte fundamental de la vida espiritual en Lhasa.
El mercado de Barkhor ofrece una fascinante mezcla de puestos de artesanía, joyas, incienso, textiles y objetos religiosos. Aquí puedes encontrar auténticos recuerdos tibetanos, como thangkas (pinturas religiosas), estatuas de Buda y prendas tradicionales.
Monasterios Sagrados en Lhasa
Además del Potala y Jokhang, Lhasa es hogar de importantes monasterios que reflejan la riqueza del budismo tibetano:
- Monasterio de Sera: Famoso por sus sesiones de debate filosófico entre monjes, una experiencia única para los visitantes.
- Monasterio de Drepung: En su momento, fue el monasterio más grande del Tíbet y albergó a miles de monjes.
- Monasterio de Ganden: Fundado por Tsongkhapa, el fundador de la escuela Gelug del budismo tibetano, ofrece impresionantes vistas de los alrededores de Lhasa.
Conclusión
Lhasa es una ciudad que combina espiritualidad, historia y cultura en una experiencia inolvidable. Desde el majestuoso Palacio de Potala hasta el sagrado Templo de Jokhang y los monasterios históricos, cada rincón de Lhasa cuenta una historia de fe y resistencia. Visitar Lhasa es adentrarse en el alma del Tíbet y descubrir un mundo donde lo espiritual y lo terrenal se encuentran en perfecta armonía.
Fuente: StudyCLI